jueves, 1 de noviembre de 2007

Ventajas que ofrece la Historia Oral para trabajar con los alumnos de Nivel Medio

Ventajas que ofrece la Historia Oral para trabajar con los alumnos de Nivel Medio

Hasta no hace mucho tiempo la enseñanza de la historia argentina reciente se restringía a un análisis rápido y superficial de los principales acontecimientos de las últimas décadas, limitándose a una enumeración de los gobiernos y sus principales obras. Por otra parte, el hecho de que estos temas estuvieran ubicados al final del año facilitaba las maniobras elusivas y permitía que la mayoría de las veces ni siquiera esos modestos propósitos se cumplieran.

En los últimos años la historia contemporánea tiene una mayor presencia en los programas escolares, con la finalidad de que una mayor dosis de Historia cercana pueda permitirle a los alumnos comprender mejor el mundo en el que les ha tocado vivir. Es así como, los docentes nos encontramos frente al desafío de transmitir a nuestros alumnos las características y las consecuencias de los acontecimientos ocurridos en los últimos años al mismo tiempo que se nos plantean nuevos dilemas: qué y cómo incorporar el pasado reciente en nuestras clases. Y este no es un desafío menor dada la complejidad que encierra el análisis de los acontecimientos de las últimas décadas. Al mismo tiempo, los docentes nos encontramos con la existencia de versiones alternativas de lo ocurrido en esos años, con las que muchas veces nuestros alumnos llegan a la escuela y que pueden presentan una imagen incompleta y distorsionada de nuestro pasado.

A menudo en las escuelas se incorporan temas y metodologías que son el resultado de decisiones de política educativa que no logran achicar la brecha entre la historia estatal u “oficial” y las versiones alternativas “no oficiales” ya que “aún dentro de la escuela, coexisten distintos saberes a ser transmitidos: un currículum visible (reflejado por ejemplo en las políticas educativas, libros de texto, planificaciones, recursos para docentes y alumnos, calendario escolar) y uno oculto, aquel condicionado por la experiencia cultural de los miembros de la comunidad educativa (padres, docentes y alumnos) y que no necesariamente acompaña al primero. Pero, además existe otra fuente de distancias y de conflictos: las divergencias entre las experiencias de vida cotidiana de alumnos y padres por un lado y lo que la escuela intenta transmitir por el otro. Esto es especialmente notorio frente a temas teñidos de un fuerte tono ético moral, o que no admiten posturas neutras o distancias críticas por la proximidad histórica o el involucramiento personal.”[1]

A esto se suman otras dificultades con las que nos podemos enfrentar al momento de querer trabajar en profundidad nuestra historia reciente. Muchas veces como docentes nos lamentamos por ciertas dificultades que aparecen cuando enseñamos Historia a nuestros alumnos de Nivel Medio y Polimodal: la falta de interés de los adolescentes hacia la Historia, el desconocimiento de los acontecimientos recientes, la necesidad de cumplir con un programa extenso que deja para fin de año los temas que despertarían mayor interés en los jóvenes, la falta de entrenamiento en las técnicas de investigación y las dificultades para analizar la complejidad de los procesos sociales por parte de alumnos entrenados más en repetir que en pensar.

Muchas de estas dificultades son inherentes a la realidad que presenta el sistema educativo, donde muchos docentes continúan apegados a prácticas tradicionales y se muestran temerosos de aventurarse con sus alumnos en prácticas “novedosas”. A esto se suma la resistencia de directivos, padres u otros docentes a las formas de trabajos “no tradicionales”, la rigurosidad de los tiempos escolares (“hay que cumplir con el programa”) y las escasas herramientas que recibieron los propios docentes en su formación para poder conducir junto con sus jóvenes alumnos un método de investigación. Vencer estas resistencias propias y ajenas permitiría introducir en nuestras prácticas escolares formas mucho más atractivas, dinámicas y significativas de acercar a nuestros alumnos a la historia reciente.

Creemos que la Historia Oral y su utilización en el ámbito escolar proporciona una serie de herramientas para afrontar algunos de estos dilemas, para acortar distancias y para que los estudiantes descubran una Historia viva de la que forman parte, que los involucra y los compromete como protagonistas de un futuro que está en sus manos transformar.


¿Qué puede aportar la Historia Oral a los adolescentes?


Ø A partir de la recuperación de la memoria individual participan activamente de la construcción colectiva de un pasado próximo, recreando la Historia con voces y protagonistas que las fuentes tradicionales ignoran.

La propuesta de la historia oral acerca a los profesores y alumnos a las fuentes primarias de la propia historia regional, a un acervo que tal vez lo tengan en su propia casa, o en los hogares de vecinos o familiares. Fuentes a las cuales tienen acceso directo. Se les incentiva a crear una memoria local sin perder de vista los enlaces a nivel estatal o nacional; llevando a cabo al mismo tiempo una recreación presente-pasado-presente, que lo lleva a realizar un recorrido en donde la universalidad se alcanza desde su propio pueblo, barrio o ciudad. De esta manera, "la historia oral escolar sirve para salvar la brecha entre lo académico y la comunidad: trae la historia al hogar, ya que relaciona al mundo del aula de la clase y el libro de texto con el mundo directo y diario de la comunidad en que vive el estudiante",[2] y en este sentido se produce una reafirmación de su identidad frente al grupo o frente a los demás.

Entre los posibles temas de proyectos que pueden trabajarse en programas escolares, desde la historia oral, encontramos las historias de vida familiares, las migraciones, costumbres, historia oral de su barrio o escuela o la propia autobiografía. En un proyecto de historia oral es posible recuperar, además de la voz de aquellos que nos dejan su testimonio, objetos tales como fotografías o retratos, cartas, diarios personales, vestidos y todos aquellos tesoros familiares que se han guardado durante décadas entre las familias. Con todos estos «documentos» que completan un testimonio, es posible llegar a formar colecciones temáticas, por ejemplo, de fotografías, que pueden ir desde las historias genealógicas o de las calles y edificios públicos.
Ø Logran una mayor identificación con el pasado, sintiéndose parte él y, al mismo tiempo, participan en la construcción de sus propios documentos históricos.

La concepción que se tiene de la investigación histórica es que es una tarea de eruditos, que desde una posición distante, poco se involucran con su objeto de estudio. Es la imagen de ratones de biblioteca o archivos. Y esta imagen se refuerza muchas veces con las formas que asume la enseñanza de la Historia en las escuelas. Al examinar la práctica docente, encontramos la reproducción de métodos de enseñanza tradicionales en donde se memoriza pero no se crea conocimiento. Se recurre a una enseñanza en donde prevalece la exposición dirigida por parte del maestro que sigue explicando la Historia a partir de los grandes acontecimientos políticos, destacando a las grandes personalidades o las batallas.
Es imperativo que se realice una práctica docente con una enseñanza participativa en donde las actividades, tanto del maestro como del alumno, mantengan relaciones internas y externas alrededor de la escuela, con recursos metodológicos que los aproximen hacia una apropiación y creación del conocimiento histórico.
Ø El acercamiento a los procesos históricos de un modo no académico, a través del contacto con el medio social en que viven, les permite sentirse mucho más partícipe del período que investigan.

La enseñanza de la historia no debe seguir presentándose como una acumulación de datos sin más contexto que el que ofrecen los héroes y villanos. Por el contrario, debe permitir al alumno crear una conciencia crítica de su entorno social, acercándolo al conocimiento histórico y haciéndolo sentir resultado del mismo proceso. Para lo cual habrá que pugnar por una metodología que promueva una integración del conocimiento y tienda los vínculos, por un lado, entre la investigación y la docencia y, por otro, entre la escuela y la comunidad. En una entrevista de Historia Oral el tiempo del entrevistado y el entrevistador conviven y se aúnan en el presente desde el que se narran las vivencias y desde el que se pregunta. Porque además aquel que relata parte de su pasado se apropia de él y el estudiante al preguntar se acerca a la investigación desde un entorno que le resulta más cercano como el de su familia, el de su barrio, o el de su pueblo.
Ø Les permite a los jóvenes revalorizar lazos intergeneracionales.

Las entrevistas unen generaciones, contribuyendo a la formación de la identidad de los jóvenes a partir de la posi­bilidad abierta de dialogar con el pasado. Muchas veces sus padres, abuelos o tíos se transforman en informantes de importancia, contribuyendo la Historia Oral a un cambio de comunicación con sus mayores.

Ø La realización de entrevistas los desafía a ejercer la tolerancia hacia el otro y sus ideas.

Al acercarse al conocimiento histórico por intermedio de sus protagonistas directos, los alumnos se acercan de un modo más afectivo, que a la vez exige un compromiso de su parte con respecto al testimonio que ellos mismos construyen. Los alumnos pueden constatar a través de la voz de los testigos que hombres y mujeres corrien­tes, sus abue­los, hacen la historia, comprobando las diferentes visiones que los protagonistas tienen sobre un mismo hecho o proceso.

Ø La elaboración de entrevistas, su posterior transcripción y análisis entrenan al alumno en tareas de investigación.

La problemática de cualquier realidad social con la que a diario se enfrenta el alumno en su comunidad debe ser explicada dentro de la escuela. Lo primero será rescatar el vínculo que existe entre el proceso enseñanza-aprendizaje e investigación y que nos llevará a tomar una nueva postura de cómo aprehender, recrear y producir conocimiento histórico en una relación directa con la familia, el barrio, la ciudad y la región. Al ir en la búsqueda de esas historias no oficiales, el alumno se acerca a la historia con el fin de rescatar aquella que no ha sido escrita y no se encuentra en sus libros de texto. Es precisamente en este punto en donde puede ir al encuentro de la historia oral, la cual lleva a docentes y alumnos a tender una relación con la comunidad en donde van a realizar su trabajo de campo y a enfrentarse a una historia viva y actuante, a la historia que tienen más cerca. Pero también a despertar el espíritu de investigación para conocer lo que tienen más a la mano. “La experiencia de las entrevistas acerca a los niños al trabajo concreto del investigador, y genera una fuente histórica. La participación de los alumnos en esa producción los sensibiliza respecto de la problemática general de la materia con la que trabaja el historiador y, si bien no los convierte en historiadores, les permite de un modo efectivo comprender la naturaleza de las fuentes históricas de cualquier tipo”. [3] Se establece un vínculo entre la investigación y la docencia, se crea el conocimiento. Este aporte de la Historia Oral es rescatado por Sitton, Mehaffy y Davis cuando afirman: "...el argumento más importante sobre el valor de la historia oral en una clase escolar es que tales proyectos son, efectivamente, reales: hacen algo. Producen resultados tangibles de valor personal y social y esto, quizás más que cualquier otra cosa, explica su particular potencial para fomentar el entusiasmo y la motivación de los estudiantes"[4]

Ø Permite un mayor acercamiento a la complejidad de los conceptos de las Ciencias Sociales.

Con respecto a las posibilidades de comprensión de los con­tenidos escolares, un proyec­to de trabajo basado en la creación y utilización de fuentes orales puede aportar en varias direcciones:

Los ricos y variados relatos son para los alumnos una eficaz he­rramienta de aprendizaje. Con su particular ritmo y generación de expec­tativas, la narración de las pe­ripe­cias por parte de los entre­vistados permite que los alumnos desplieguen su imaginación y construyan sus propias represen­taciones mentales de aquello que no está presente o no se puede experimentar.

Los alumnos ad­quieren, asimismo, una noción más compleja del tiempo y del espacio a través del recono­cimiento de que lo individual y lo social se entrecruzan en la suce­sión, la dura­ción y el cambio temporal, y en el espa­cio local y nacional.

Por otra parte, pueden ampli­ar su con­cien­cia his­tórica a través de la per­cep­ción de que el pasado es un compo­nente del prese­nte inscrito en la memoria de los entrevis­tados y en sus propias experiencias de vida.

Se observa también que el trabajo de construcción de fuentes orales resulta un camino eficaz para reflexionar junto a los alumnos sobre algunos aspectos de los contenidos procedimentales imprescindibles en Ciencias Sociales.[5]
Por otra parte, el manejo en profundidad de las fuentes permite establecer la diferencia entre «la fuente» y «la historia», abordando de este modo los procesos explicativos e interpretativos propios de la disciplina.
[1] Elizabeth Jelin, Federico Guillermo Lorenz (comp.). “Educación y memoria. La escuela elabora el pasado”. Siglo XXI de España editores. Siglo XXI de Argentina editores. Madrid. 2004. Página 4.

[2] Sitton,T. Mehaffy,G. Davis,O. Historia oral. “Una guía para profesores (y otras personas)” México, Fondo de cultura Económica, pág. 20.
[3] Benadiba, L. y Plotinsky, D. “Historia Oral. Construcción del Archivo Histórico Escolar. Una herramienta para la enseñanza de las ciencias sociales”. Ediciones Novedades Educativas, Buenos Aires, 2001. Pág. 121.
[4] Sitton,T. Mehaffy,G. Davis,O. Historia oral. “Una guía para profesores (y otras personas)” México, Fondo de cultura Económica, pág. 29.
[5] Benadiba, L. y Plotinsky, D. “Historia Oral. Construcción del Archivo Histórico Escolar. Una herramienta para la enseñanza de las ciencias sociales”. Ediciones Novedades Educativas, Buenos Aires, 2001. Pág. 122 y 123.

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