jueves, 1 de noviembre de 2007

¿Qué es la Historia Oral?

Desde el comienzo de la historia de la humanidad ha sido la transmisión oral la forma de conservar la memoria colectiva. Mucho antes de que se escribiera la historia, cantores, fabulistas, relatores de cuentos y leyendas, transmitían su propia visión de los hechos relevantes de la comunidad. Pero la importancia de la transmisión oral es dejada de lado por los historiadores profesionales que sentaron las bases de lo que se considera la “historia científica” durante el siglo XIX. En esa época se inicia la profesionalización de la historia y al constituirse como disciplina, los historiadores se apropian de un método en el que ocupa un lugar central el documento escrito. Se trata de una historia narrativa, que privilegia los acontecimientos políticos y bélicos, rescatando a los grandes personajes, a los “notables”. Las fuentes orales fueron dejadas de lado y se establece el carácter científico de la historia con base en el análisis exclusivo de fuentes escritas.

Pero hace tiempo que esta tradición positivista del siglo XIX que establecía la supremacía absoluta de las fuentes escritas, se vio cuestionada y superada. Por otro lado el desarrollo de las ciencias sociales como la sociología, la antropología, la lingüística, la psicología han aportado a la historia métodos, conceptos y marcos teóricos, que permiten una comprensión más profunda de la vida social y sus actores. “La renovación metodológica y las innovaciones aportadas por las ciencias sociales se manifestaron tanto en la proliferación de nuevas técnicas de investigación – sociológicas y antropológicas, por ejemplo – como en nuevos instrumentos y medios tecnológicos (calculadoras, grabadoras, etc.), que influyeron en la historia en dos niveles: en las grandes categorías sociológicas y en el uso de métodos de investigación que manejaban evidencias no medibles o cuantificables, los denominados `métodos cualitativos´”.[1]

La Historia social nace enfrentada a esta tradición positivista y se enriquece con los aportes de otras disciplinas científicas. Se recurre a fuentes no utilizadas tradicionalmente en la investigación histórica, entre ellas, las fuentes orales. Es en este contexto, que se produce en las últimas décadas la aparición de la Historia Oral como una metodología específica de las Ciencias Sociales que nos permite acercar a sectores ignorados por la historia tradicional, grupos marginales, opositores a los sectores que detentan el poder, minorías culturales, la gente “común”, etc. Esta difusión mundial de la Historia Oral ha suscitado en los últimos tiempos un interés cada vez mayor entre los diversos campos de la investigación. En la Argentina, se difunde a mediados de la década del 80, y su introducción en la enseñanza se produce a principios de los 90.

Podemos definir a la Historia Oral como “un procedimiento establecido para la construcción de nuevas fuentes para la investigación histórica, con base en testimonios orales recogidos sistemáticamente bajo métodos, problemas y puntos de partida teóricos explícitos. Su análisis supone la existencia de un cuerpo teórico que se organiza a partir de la instrumentación de una metodología y un conjunto de técnicas específicas, entre las que ocupa un lugar fundamental la entrevista grabada”[2].

La Historia Oral se convierte en una herramienta por excelencia ya que permite dar respuesta a los problemas que se derivan de la ausencia de fuentes escritas referidas a un determinado período o a una determinada temática, pero al mismo tiempo permite iniciar nuevas tareas de investigación a partir de una nueva visión de los acontecimientos. “La palabra codificada “historia oral”, tomada del método americano, se utiliza – en contra de su significado literal – no para un determinado tipo de historia que se bastase en la tradición oral, sino para una técnica específica de investigación contemporánea. Es adecuada, por un lado, para la exploración de determinados campos fragmentarios para los que no hay o a los que no es accesible otro tipo de documentos de transmisión y, en este sentido, representa un instrumento de heurística contemporánea. Pero, por otro lado, permite una concepción más amplia del pasado inmediato y de su elaboración sociocultural como historia, y así su práctica revierte sobre la comprensión de la historia en general.”[3]
Cuando hablamos de Historia Oral nos referimos a la producción y utilización de fuentes orales en la reconstrucción histórica. Lo que va a definir su carácter renovador no es la oralidad, ya que la historia de los pueblos se ha transmitido a lo largo de los siglos a través de la tradición oral, sino la labor sistemática de creación, de recuperación y de utilización de la fuente oral. La utilización de los testimonios orales permite confirmar, contrastar o bien refutar las hipótesis enunciadas a partir de las fuentes escritas, y al mismo tiempo permite avanzar en el conocimiento de la realidad histórica desde diversos enfoques, tarea que se ve enriquecida por el carácter interdisciplinario de la historia oral. “La Historia oral se concentra en las experiencias directas de la vida de las personas. La entrevista de historia oral es el procedimiento por el que un entrevistador recupera esas experiencias almacenadas en la memoria de la gente que las vivió. Estas personas entrevistadas se convierten en informantes, y sus recuerdos -registrados en una grabación- se transforman en fuentes orales para el historiador.”[4]
[1] Jorge Aceves Lozano: “Introducción”, en Historia Oral, de Jorge Aceves Lozano (comp.), Instituto Mora, México, 1997. Pág. 9.
[2] Laura Benadiba, Daniel Plotinsky: “Historia Oral. Construcción del archivo histórico escolar. Una herramienta para la enseñanza de las ciencias sociales”. Ediciones Novedades Educativas. Buenos Aires. México. 2001. Pág. 21.
[3] Lutz Niethammer: “¿Para qué sirve la Historia Oral?”, en Historia Oral, (comp). Jorge Aceves Lozano, Instituto Mora, México, 1997. pág. 32 y 33
[4] Laura Benadiba, Daniel Plotinsky: “Historia Oral. Construcción del archivo histórico escolar. Una herramienta para la enseñanza de las ciencias sociales” Ediciones Novedades Educativas. Buenos Aires. México. 2001. Pág. 22.

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