jueves, 1 de noviembre de 2007

Las fuentes orales

“Por mucho que la quemen, por mucho que la rompan, por mucho que la mientan,
la historia humana se niega a callarse la boca.
El tiempo que fue sigue latiendo, vivo, dentro del tiempo que es,
aunque el tiempo que es no lo quiera o no lo sepa”[1]

Las fuentes orales:

Los historiadores recurren a los restos o testimonios generados por las sociedades en el pasado para realizar su investigación. Todas las acciones humanas dejan distintos tipos de huellas, rastros, registros que pueden aportar información acerca de la sociedad que las produjo. Se presentan como textos escritos (documentos oficiales, personales, publicaciones periódicas), fotografías, restos materiales, etc., hasta que un investigador los toma en cuenta para su trabajo y los interroga, momento en el que se transforman en fuentes.

Pero muchas veces hay cierta información que las fuentes tradicionales no aportan: datos o acontecimientos no registrados en los documentos escritos, la forma en que los contemporáneos vivieron determinada situación, el significado de esos acontecimientos para sus protagonistas. Por lo tanto, para una comprensión más completa de nuestra historia se hace necesario recurrir a otro tipo de fuente: los testimonios orales.

Los testimonios orales, se diferencian de las fuentes tradicionalmente tenidas en cuenta para la investigación en que son construidas en forma artificial en el marco de una investigación específica o de la creación de un Archivo Oral. A diferencia de las otras, no son fuentes encontradas, son fuentes creadas.[2]

Pero además, “una diferencia entre las fuentes escritas y las orales consiste en que las primeras son por lo común documentos y las segundas son siempre actos; no deben pensarse en términos sustantivos y de cosas, sino de verbos y de procesos; no la memoria y el relato, sino recordar, contar. Las fuentes orales no son nunca anónimas ni impersonales, como es justo que sean las institucionales”.[3]

La entrevista de historia oral es una actividad en la que tienen parte activa tanto el entrevistado como el entrevistador, organizada por las perspectivas e intereses históricos de ambos participantes. Por medio de esta entrevista se recuperan las experiencias almacenadas en la memoria de la gente que las vivió, y esos recuerdos -registrados por el entrevistador en una grabación- se transforman en fuentes orales.

¿Para que crea el entrevistador esas fuentes? Básicamente, puede tener dos objetivos:
Ø utilizar él mismo esas fuentes orales en una investigación histórica.
Ø preservar esos testimonios para su futura utilización por otras personas.[4]

Por medio de la entrevista, el que interroga participa activamente en la creación de la fuente oral, ya que “contar depende de la existencia de alguien que escuche. Una de las cosas que diferencia las fuentes orales es justamente el hecho de ser el final de un trabajo común entre los narradores y el investigador, que los va a buscar, los escucha, les pregunta”.[5]


¿Qué aportan las fuentes orales a la investigación histórica?

Complementan la información aportada por las fuentes tradicionales, brindando una mirada más completa y compleja de las sociedades analizadas y “llenando los vacíos” que dejan las fuentes escritas. De esta manera, las fuentes orales enriquecen la investigación, pero no deben ser utilizadas en forma aislada ya que como plantea Portelli: “el trabajo histórico que emplea fuentes orales es inconcluso por la naturaleza de las fuentes, el trabajo histórico que excluye las fuentes orales (cuando son disponibles) es incompleto por definición”[6]

Aportan más información sobre el significado de los acontecimientos que sobre los acontecimientos mismos. Si bien las fuentes orales tienen validez informativa y nos permiten conseguir testimonios reveladores sobre acontecimientos pasados, lo más singular y precioso es que introducen la subjetividad del hablante. De esta manera, el testimonio oral se transforma en una fuente muy valiosa, que al ser creada en el presente, representa las maneras en las que los individuos y las sociedades han extraído un significado de las experiencias pasadas. En palabras de Portelli: “Las fuentes orales nos dicen no solo lo que la gente hizo, sino lo que deseaba hacer, lo que creía estar haciendo y lo que ahora piensan que hicieron”.[7]

Transforma la práctica de la historia y del trabajo del historiador. El testimonio oral es recuperado por el investigador para obtener información y, como toda fuente más, ser sometido a una interpretación histórica del entrevistador y de otros historiadores. Pero en el contexto de la entrevista el narrador ofrece una interpretación de ese pasado, desafiando el lugar del historiador y democratizando la práctica de la historia.[8]

Al mismo tiempo, cuestiona la idea de que el pasado ya pasó. Con la recuperación de los testimonios orales se puede analizar como el pasado está presente en las prácticas cotidianas y cómo influye en la manera de pensar y actuar en el presente. Nos permiten ver cómo las memorias sociales y colectivas se han desarrollado, el impacto de las versiones públicas sobre el pasado y cómo son representadas en la escuela, en libros, en películas. “La Historia Oral no es simplemente la voz del pasado, es un registro vivo de la interacción completa entre el pasado y el presente con cada individuo y en la sociedad. Si la historia no sólo se ocupa de averiguar acerca del pasado, sino que también trata la importancia del pasado en el presente, entonces la historia oral proporciona una llave con la cual podemos abrir y desentrañar esa relación.”[9]
Representa un desafío diferente para el historiador, ya que al participar como entrevistador en la creación del testimonio oral, su presencia queda impregnada en la fuente. De esta manera, mientras que “el contenido de la fuente escrita es independiente de las necesidades y las hipótesis del investigador, es un texto estable que solo podemos interpretar. El contenido de las fuentes orales (...) depende en buena medida de cuanto les ponen los entrevistadores en términos de preguntas, diálogo y relación personal”[10]
[1] Eduardo Galeano: Patas arriba. La escuela del mundo al revés. Editorial Catálogos. Buenos Aires. 1999. Pág. 216.
[2] Laura Benadiba, Daniel Plotinsky: Historia Oral. Construcción del archivo histórico escolar. Una herramienta para la enseñanza de las ciencias sociales. Ediciones Novedades Educativas. Buenos Aires. México. 2001. Pág. 31.
[3] Portelli Alessandro: “La orden ya fue ejecutada” Roma, las fosas ardeatinas, la memoria.. Fondo de Cultura Económica. Buenos Aires. 2003. Pág. 24.
[4] Laura Benadiba, Daniel Plotinsky: Historia Oral. Construcción del archivo histórico escolar. Una herramienta para la enseñanza de las ciencias sociales. Ediciones Novedades Educativas. Buenos Aires. México. 2001. Pág. 36.
[5] Portelli, Alessandro: “La orden ya fue ejecutada” Roma, las fosas ardeatinas, la memoria.. Fondo de Cultura Económica. Buenos Aires. 2003. Pág. 25.
[6] Portelli, Alessandro: “Lo que hace diferente a la historia oral”, en Dora Schwarztein (comp.), La historia oral, Centro Editor de América Latina, 1991. Pág. 46 y 47.
[7] Portelli, Alessandro: “Lo que hace diferente a la historia oral”, en Dora Schwarztein (comp.), La historia oral, Centro Editor de América Latina, 1991. Pág. 47.
[8] Comentario sobre la conferencia de Alistair Thomson. “Memorias poco confiables. Uso y abuso de la Historia Oral”. En Revista Voces Recobradas. Revista de historia Oral. Abril de 1998. año 1. Nº 1. Publicación del Instituto Histórico de la Ciudad de Buenos Aires. Pág. 28, 29 y 30.
[9] Comentario sobre la conferencia de Alistair Thomson. “Memorias poco confiables. Uso y abuso de la Historia Oral”. En Revista Voces Recobradas. Revista de historia Oral. Abril de 1998. año 1. Nº 1. Publicación del Instituto Histórico de la Ciudad de Buenos Aires. Pág. 28, 29 y 30.
[10] Portelli, Alessandro: “Lo que hace diferente a la historia oral”, en Dora Schwarztein (comp.), La historia oral, Centro Editor de América Latina, 1991. Pág. 47.

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