jueves, 1 de noviembre de 2007

¿Qué es la Historia Oral?

Desde el comienzo de la historia de la humanidad ha sido la transmisión oral la forma de conservar la memoria colectiva. Mucho antes de que se escribiera la historia, cantores, fabulistas, relatores de cuentos y leyendas, transmitían su propia visión de los hechos relevantes de la comunidad. Pero la importancia de la transmisión oral es dejada de lado por los historiadores profesionales que sentaron las bases de lo que se considera la “historia científica” durante el siglo XIX. En esa época se inicia la profesionalización de la historia y al constituirse como disciplina, los historiadores se apropian de un método en el que ocupa un lugar central el documento escrito. Se trata de una historia narrativa, que privilegia los acontecimientos políticos y bélicos, rescatando a los grandes personajes, a los “notables”. Las fuentes orales fueron dejadas de lado y se establece el carácter científico de la historia con base en el análisis exclusivo de fuentes escritas.

Pero hace tiempo que esta tradición positivista del siglo XIX que establecía la supremacía absoluta de las fuentes escritas, se vio cuestionada y superada. Por otro lado el desarrollo de las ciencias sociales como la sociología, la antropología, la lingüística, la psicología han aportado a la historia métodos, conceptos y marcos teóricos, que permiten una comprensión más profunda de la vida social y sus actores. “La renovación metodológica y las innovaciones aportadas por las ciencias sociales se manifestaron tanto en la proliferación de nuevas técnicas de investigación – sociológicas y antropológicas, por ejemplo – como en nuevos instrumentos y medios tecnológicos (calculadoras, grabadoras, etc.), que influyeron en la historia en dos niveles: en las grandes categorías sociológicas y en el uso de métodos de investigación que manejaban evidencias no medibles o cuantificables, los denominados `métodos cualitativos´”.[1]

La Historia social nace enfrentada a esta tradición positivista y se enriquece con los aportes de otras disciplinas científicas. Se recurre a fuentes no utilizadas tradicionalmente en la investigación histórica, entre ellas, las fuentes orales. Es en este contexto, que se produce en las últimas décadas la aparición de la Historia Oral como una metodología específica de las Ciencias Sociales que nos permite acercar a sectores ignorados por la historia tradicional, grupos marginales, opositores a los sectores que detentan el poder, minorías culturales, la gente “común”, etc. Esta difusión mundial de la Historia Oral ha suscitado en los últimos tiempos un interés cada vez mayor entre los diversos campos de la investigación. En la Argentina, se difunde a mediados de la década del 80, y su introducción en la enseñanza se produce a principios de los 90.

Podemos definir a la Historia Oral como “un procedimiento establecido para la construcción de nuevas fuentes para la investigación histórica, con base en testimonios orales recogidos sistemáticamente bajo métodos, problemas y puntos de partida teóricos explícitos. Su análisis supone la existencia de un cuerpo teórico que se organiza a partir de la instrumentación de una metodología y un conjunto de técnicas específicas, entre las que ocupa un lugar fundamental la entrevista grabada”[2].

La Historia Oral se convierte en una herramienta por excelencia ya que permite dar respuesta a los problemas que se derivan de la ausencia de fuentes escritas referidas a un determinado período o a una determinada temática, pero al mismo tiempo permite iniciar nuevas tareas de investigación a partir de una nueva visión de los acontecimientos. “La palabra codificada “historia oral”, tomada del método americano, se utiliza – en contra de su significado literal – no para un determinado tipo de historia que se bastase en la tradición oral, sino para una técnica específica de investigación contemporánea. Es adecuada, por un lado, para la exploración de determinados campos fragmentarios para los que no hay o a los que no es accesible otro tipo de documentos de transmisión y, en este sentido, representa un instrumento de heurística contemporánea. Pero, por otro lado, permite una concepción más amplia del pasado inmediato y de su elaboración sociocultural como historia, y así su práctica revierte sobre la comprensión de la historia en general.”[3]
Cuando hablamos de Historia Oral nos referimos a la producción y utilización de fuentes orales en la reconstrucción histórica. Lo que va a definir su carácter renovador no es la oralidad, ya que la historia de los pueblos se ha transmitido a lo largo de los siglos a través de la tradición oral, sino la labor sistemática de creación, de recuperación y de utilización de la fuente oral. La utilización de los testimonios orales permite confirmar, contrastar o bien refutar las hipótesis enunciadas a partir de las fuentes escritas, y al mismo tiempo permite avanzar en el conocimiento de la realidad histórica desde diversos enfoques, tarea que se ve enriquecida por el carácter interdisciplinario de la historia oral. “La Historia oral se concentra en las experiencias directas de la vida de las personas. La entrevista de historia oral es el procedimiento por el que un entrevistador recupera esas experiencias almacenadas en la memoria de la gente que las vivió. Estas personas entrevistadas se convierten en informantes, y sus recuerdos -registrados en una grabación- se transforman en fuentes orales para el historiador.”[4]
[1] Jorge Aceves Lozano: “Introducción”, en Historia Oral, de Jorge Aceves Lozano (comp.), Instituto Mora, México, 1997. Pág. 9.
[2] Laura Benadiba, Daniel Plotinsky: “Historia Oral. Construcción del archivo histórico escolar. Una herramienta para la enseñanza de las ciencias sociales”. Ediciones Novedades Educativas. Buenos Aires. México. 2001. Pág. 21.
[3] Lutz Niethammer: “¿Para qué sirve la Historia Oral?”, en Historia Oral, (comp). Jorge Aceves Lozano, Instituto Mora, México, 1997. pág. 32 y 33
[4] Laura Benadiba, Daniel Plotinsky: “Historia Oral. Construcción del archivo histórico escolar. Una herramienta para la enseñanza de las ciencias sociales” Ediciones Novedades Educativas. Buenos Aires. México. 2001. Pág. 22.

Ventajas que ofrece la Historia Oral para trabajar con los alumnos de Nivel Medio

Ventajas que ofrece la Historia Oral para trabajar con los alumnos de Nivel Medio

Hasta no hace mucho tiempo la enseñanza de la historia argentina reciente se restringía a un análisis rápido y superficial de los principales acontecimientos de las últimas décadas, limitándose a una enumeración de los gobiernos y sus principales obras. Por otra parte, el hecho de que estos temas estuvieran ubicados al final del año facilitaba las maniobras elusivas y permitía que la mayoría de las veces ni siquiera esos modestos propósitos se cumplieran.

En los últimos años la historia contemporánea tiene una mayor presencia en los programas escolares, con la finalidad de que una mayor dosis de Historia cercana pueda permitirle a los alumnos comprender mejor el mundo en el que les ha tocado vivir. Es así como, los docentes nos encontramos frente al desafío de transmitir a nuestros alumnos las características y las consecuencias de los acontecimientos ocurridos en los últimos años al mismo tiempo que se nos plantean nuevos dilemas: qué y cómo incorporar el pasado reciente en nuestras clases. Y este no es un desafío menor dada la complejidad que encierra el análisis de los acontecimientos de las últimas décadas. Al mismo tiempo, los docentes nos encontramos con la existencia de versiones alternativas de lo ocurrido en esos años, con las que muchas veces nuestros alumnos llegan a la escuela y que pueden presentan una imagen incompleta y distorsionada de nuestro pasado.

A menudo en las escuelas se incorporan temas y metodologías que son el resultado de decisiones de política educativa que no logran achicar la brecha entre la historia estatal u “oficial” y las versiones alternativas “no oficiales” ya que “aún dentro de la escuela, coexisten distintos saberes a ser transmitidos: un currículum visible (reflejado por ejemplo en las políticas educativas, libros de texto, planificaciones, recursos para docentes y alumnos, calendario escolar) y uno oculto, aquel condicionado por la experiencia cultural de los miembros de la comunidad educativa (padres, docentes y alumnos) y que no necesariamente acompaña al primero. Pero, además existe otra fuente de distancias y de conflictos: las divergencias entre las experiencias de vida cotidiana de alumnos y padres por un lado y lo que la escuela intenta transmitir por el otro. Esto es especialmente notorio frente a temas teñidos de un fuerte tono ético moral, o que no admiten posturas neutras o distancias críticas por la proximidad histórica o el involucramiento personal.”[1]

A esto se suman otras dificultades con las que nos podemos enfrentar al momento de querer trabajar en profundidad nuestra historia reciente. Muchas veces como docentes nos lamentamos por ciertas dificultades que aparecen cuando enseñamos Historia a nuestros alumnos de Nivel Medio y Polimodal: la falta de interés de los adolescentes hacia la Historia, el desconocimiento de los acontecimientos recientes, la necesidad de cumplir con un programa extenso que deja para fin de año los temas que despertarían mayor interés en los jóvenes, la falta de entrenamiento en las técnicas de investigación y las dificultades para analizar la complejidad de los procesos sociales por parte de alumnos entrenados más en repetir que en pensar.

Muchas de estas dificultades son inherentes a la realidad que presenta el sistema educativo, donde muchos docentes continúan apegados a prácticas tradicionales y se muestran temerosos de aventurarse con sus alumnos en prácticas “novedosas”. A esto se suma la resistencia de directivos, padres u otros docentes a las formas de trabajos “no tradicionales”, la rigurosidad de los tiempos escolares (“hay que cumplir con el programa”) y las escasas herramientas que recibieron los propios docentes en su formación para poder conducir junto con sus jóvenes alumnos un método de investigación. Vencer estas resistencias propias y ajenas permitiría introducir en nuestras prácticas escolares formas mucho más atractivas, dinámicas y significativas de acercar a nuestros alumnos a la historia reciente.

Creemos que la Historia Oral y su utilización en el ámbito escolar proporciona una serie de herramientas para afrontar algunos de estos dilemas, para acortar distancias y para que los estudiantes descubran una Historia viva de la que forman parte, que los involucra y los compromete como protagonistas de un futuro que está en sus manos transformar.


¿Qué puede aportar la Historia Oral a los adolescentes?


Ø A partir de la recuperación de la memoria individual participan activamente de la construcción colectiva de un pasado próximo, recreando la Historia con voces y protagonistas que las fuentes tradicionales ignoran.

La propuesta de la historia oral acerca a los profesores y alumnos a las fuentes primarias de la propia historia regional, a un acervo que tal vez lo tengan en su propia casa, o en los hogares de vecinos o familiares. Fuentes a las cuales tienen acceso directo. Se les incentiva a crear una memoria local sin perder de vista los enlaces a nivel estatal o nacional; llevando a cabo al mismo tiempo una recreación presente-pasado-presente, que lo lleva a realizar un recorrido en donde la universalidad se alcanza desde su propio pueblo, barrio o ciudad. De esta manera, "la historia oral escolar sirve para salvar la brecha entre lo académico y la comunidad: trae la historia al hogar, ya que relaciona al mundo del aula de la clase y el libro de texto con el mundo directo y diario de la comunidad en que vive el estudiante",[2] y en este sentido se produce una reafirmación de su identidad frente al grupo o frente a los demás.

Entre los posibles temas de proyectos que pueden trabajarse en programas escolares, desde la historia oral, encontramos las historias de vida familiares, las migraciones, costumbres, historia oral de su barrio o escuela o la propia autobiografía. En un proyecto de historia oral es posible recuperar, además de la voz de aquellos que nos dejan su testimonio, objetos tales como fotografías o retratos, cartas, diarios personales, vestidos y todos aquellos tesoros familiares que se han guardado durante décadas entre las familias. Con todos estos «documentos» que completan un testimonio, es posible llegar a formar colecciones temáticas, por ejemplo, de fotografías, que pueden ir desde las historias genealógicas o de las calles y edificios públicos.
Ø Logran una mayor identificación con el pasado, sintiéndose parte él y, al mismo tiempo, participan en la construcción de sus propios documentos históricos.

La concepción que se tiene de la investigación histórica es que es una tarea de eruditos, que desde una posición distante, poco se involucran con su objeto de estudio. Es la imagen de ratones de biblioteca o archivos. Y esta imagen se refuerza muchas veces con las formas que asume la enseñanza de la Historia en las escuelas. Al examinar la práctica docente, encontramos la reproducción de métodos de enseñanza tradicionales en donde se memoriza pero no se crea conocimiento. Se recurre a una enseñanza en donde prevalece la exposición dirigida por parte del maestro que sigue explicando la Historia a partir de los grandes acontecimientos políticos, destacando a las grandes personalidades o las batallas.
Es imperativo que se realice una práctica docente con una enseñanza participativa en donde las actividades, tanto del maestro como del alumno, mantengan relaciones internas y externas alrededor de la escuela, con recursos metodológicos que los aproximen hacia una apropiación y creación del conocimiento histórico.
Ø El acercamiento a los procesos históricos de un modo no académico, a través del contacto con el medio social en que viven, les permite sentirse mucho más partícipe del período que investigan.

La enseñanza de la historia no debe seguir presentándose como una acumulación de datos sin más contexto que el que ofrecen los héroes y villanos. Por el contrario, debe permitir al alumno crear una conciencia crítica de su entorno social, acercándolo al conocimiento histórico y haciéndolo sentir resultado del mismo proceso. Para lo cual habrá que pugnar por una metodología que promueva una integración del conocimiento y tienda los vínculos, por un lado, entre la investigación y la docencia y, por otro, entre la escuela y la comunidad. En una entrevista de Historia Oral el tiempo del entrevistado y el entrevistador conviven y se aúnan en el presente desde el que se narran las vivencias y desde el que se pregunta. Porque además aquel que relata parte de su pasado se apropia de él y el estudiante al preguntar se acerca a la investigación desde un entorno que le resulta más cercano como el de su familia, el de su barrio, o el de su pueblo.
Ø Les permite a los jóvenes revalorizar lazos intergeneracionales.

Las entrevistas unen generaciones, contribuyendo a la formación de la identidad de los jóvenes a partir de la posi­bilidad abierta de dialogar con el pasado. Muchas veces sus padres, abuelos o tíos se transforman en informantes de importancia, contribuyendo la Historia Oral a un cambio de comunicación con sus mayores.

Ø La realización de entrevistas los desafía a ejercer la tolerancia hacia el otro y sus ideas.

Al acercarse al conocimiento histórico por intermedio de sus protagonistas directos, los alumnos se acercan de un modo más afectivo, que a la vez exige un compromiso de su parte con respecto al testimonio que ellos mismos construyen. Los alumnos pueden constatar a través de la voz de los testigos que hombres y mujeres corrien­tes, sus abue­los, hacen la historia, comprobando las diferentes visiones que los protagonistas tienen sobre un mismo hecho o proceso.

Ø La elaboración de entrevistas, su posterior transcripción y análisis entrenan al alumno en tareas de investigación.

La problemática de cualquier realidad social con la que a diario se enfrenta el alumno en su comunidad debe ser explicada dentro de la escuela. Lo primero será rescatar el vínculo que existe entre el proceso enseñanza-aprendizaje e investigación y que nos llevará a tomar una nueva postura de cómo aprehender, recrear y producir conocimiento histórico en una relación directa con la familia, el barrio, la ciudad y la región. Al ir en la búsqueda de esas historias no oficiales, el alumno se acerca a la historia con el fin de rescatar aquella que no ha sido escrita y no se encuentra en sus libros de texto. Es precisamente en este punto en donde puede ir al encuentro de la historia oral, la cual lleva a docentes y alumnos a tender una relación con la comunidad en donde van a realizar su trabajo de campo y a enfrentarse a una historia viva y actuante, a la historia que tienen más cerca. Pero también a despertar el espíritu de investigación para conocer lo que tienen más a la mano. “La experiencia de las entrevistas acerca a los niños al trabajo concreto del investigador, y genera una fuente histórica. La participación de los alumnos en esa producción los sensibiliza respecto de la problemática general de la materia con la que trabaja el historiador y, si bien no los convierte en historiadores, les permite de un modo efectivo comprender la naturaleza de las fuentes históricas de cualquier tipo”. [3] Se establece un vínculo entre la investigación y la docencia, se crea el conocimiento. Este aporte de la Historia Oral es rescatado por Sitton, Mehaffy y Davis cuando afirman: "...el argumento más importante sobre el valor de la historia oral en una clase escolar es que tales proyectos son, efectivamente, reales: hacen algo. Producen resultados tangibles de valor personal y social y esto, quizás más que cualquier otra cosa, explica su particular potencial para fomentar el entusiasmo y la motivación de los estudiantes"[4]

Ø Permite un mayor acercamiento a la complejidad de los conceptos de las Ciencias Sociales.

Con respecto a las posibilidades de comprensión de los con­tenidos escolares, un proyec­to de trabajo basado en la creación y utilización de fuentes orales puede aportar en varias direcciones:

Los ricos y variados relatos son para los alumnos una eficaz he­rramienta de aprendizaje. Con su particular ritmo y generación de expec­tativas, la narración de las pe­ripe­cias por parte de los entre­vistados permite que los alumnos desplieguen su imaginación y construyan sus propias represen­taciones mentales de aquello que no está presente o no se puede experimentar.

Los alumnos ad­quieren, asimismo, una noción más compleja del tiempo y del espacio a través del recono­cimiento de que lo individual y lo social se entrecruzan en la suce­sión, la dura­ción y el cambio temporal, y en el espa­cio local y nacional.

Por otra parte, pueden ampli­ar su con­cien­cia his­tórica a través de la per­cep­ción de que el pasado es un compo­nente del prese­nte inscrito en la memoria de los entrevis­tados y en sus propias experiencias de vida.

Se observa también que el trabajo de construcción de fuentes orales resulta un camino eficaz para reflexionar junto a los alumnos sobre algunos aspectos de los contenidos procedimentales imprescindibles en Ciencias Sociales.[5]
Por otra parte, el manejo en profundidad de las fuentes permite establecer la diferencia entre «la fuente» y «la historia», abordando de este modo los procesos explicativos e interpretativos propios de la disciplina.
[1] Elizabeth Jelin, Federico Guillermo Lorenz (comp.). “Educación y memoria. La escuela elabora el pasado”. Siglo XXI de España editores. Siglo XXI de Argentina editores. Madrid. 2004. Página 4.

[2] Sitton,T. Mehaffy,G. Davis,O. Historia oral. “Una guía para profesores (y otras personas)” México, Fondo de cultura Económica, pág. 20.
[3] Benadiba, L. y Plotinsky, D. “Historia Oral. Construcción del Archivo Histórico Escolar. Una herramienta para la enseñanza de las ciencias sociales”. Ediciones Novedades Educativas, Buenos Aires, 2001. Pág. 121.
[4] Sitton,T. Mehaffy,G. Davis,O. Historia oral. “Una guía para profesores (y otras personas)” México, Fondo de cultura Económica, pág. 29.
[5] Benadiba, L. y Plotinsky, D. “Historia Oral. Construcción del Archivo Histórico Escolar. Una herramienta para la enseñanza de las ciencias sociales”. Ediciones Novedades Educativas, Buenos Aires, 2001. Pág. 122 y 123.

Las fuentes orales

“Por mucho que la quemen, por mucho que la rompan, por mucho que la mientan,
la historia humana se niega a callarse la boca.
El tiempo que fue sigue latiendo, vivo, dentro del tiempo que es,
aunque el tiempo que es no lo quiera o no lo sepa”[1]

Las fuentes orales:

Los historiadores recurren a los restos o testimonios generados por las sociedades en el pasado para realizar su investigación. Todas las acciones humanas dejan distintos tipos de huellas, rastros, registros que pueden aportar información acerca de la sociedad que las produjo. Se presentan como textos escritos (documentos oficiales, personales, publicaciones periódicas), fotografías, restos materiales, etc., hasta que un investigador los toma en cuenta para su trabajo y los interroga, momento en el que se transforman en fuentes.

Pero muchas veces hay cierta información que las fuentes tradicionales no aportan: datos o acontecimientos no registrados en los documentos escritos, la forma en que los contemporáneos vivieron determinada situación, el significado de esos acontecimientos para sus protagonistas. Por lo tanto, para una comprensión más completa de nuestra historia se hace necesario recurrir a otro tipo de fuente: los testimonios orales.

Los testimonios orales, se diferencian de las fuentes tradicionalmente tenidas en cuenta para la investigación en que son construidas en forma artificial en el marco de una investigación específica o de la creación de un Archivo Oral. A diferencia de las otras, no son fuentes encontradas, son fuentes creadas.[2]

Pero además, “una diferencia entre las fuentes escritas y las orales consiste en que las primeras son por lo común documentos y las segundas son siempre actos; no deben pensarse en términos sustantivos y de cosas, sino de verbos y de procesos; no la memoria y el relato, sino recordar, contar. Las fuentes orales no son nunca anónimas ni impersonales, como es justo que sean las institucionales”.[3]

La entrevista de historia oral es una actividad en la que tienen parte activa tanto el entrevistado como el entrevistador, organizada por las perspectivas e intereses históricos de ambos participantes. Por medio de esta entrevista se recuperan las experiencias almacenadas en la memoria de la gente que las vivió, y esos recuerdos -registrados por el entrevistador en una grabación- se transforman en fuentes orales.

¿Para que crea el entrevistador esas fuentes? Básicamente, puede tener dos objetivos:
Ø utilizar él mismo esas fuentes orales en una investigación histórica.
Ø preservar esos testimonios para su futura utilización por otras personas.[4]

Por medio de la entrevista, el que interroga participa activamente en la creación de la fuente oral, ya que “contar depende de la existencia de alguien que escuche. Una de las cosas que diferencia las fuentes orales es justamente el hecho de ser el final de un trabajo común entre los narradores y el investigador, que los va a buscar, los escucha, les pregunta”.[5]


¿Qué aportan las fuentes orales a la investigación histórica?

Complementan la información aportada por las fuentes tradicionales, brindando una mirada más completa y compleja de las sociedades analizadas y “llenando los vacíos” que dejan las fuentes escritas. De esta manera, las fuentes orales enriquecen la investigación, pero no deben ser utilizadas en forma aislada ya que como plantea Portelli: “el trabajo histórico que emplea fuentes orales es inconcluso por la naturaleza de las fuentes, el trabajo histórico que excluye las fuentes orales (cuando son disponibles) es incompleto por definición”[6]

Aportan más información sobre el significado de los acontecimientos que sobre los acontecimientos mismos. Si bien las fuentes orales tienen validez informativa y nos permiten conseguir testimonios reveladores sobre acontecimientos pasados, lo más singular y precioso es que introducen la subjetividad del hablante. De esta manera, el testimonio oral se transforma en una fuente muy valiosa, que al ser creada en el presente, representa las maneras en las que los individuos y las sociedades han extraído un significado de las experiencias pasadas. En palabras de Portelli: “Las fuentes orales nos dicen no solo lo que la gente hizo, sino lo que deseaba hacer, lo que creía estar haciendo y lo que ahora piensan que hicieron”.[7]

Transforma la práctica de la historia y del trabajo del historiador. El testimonio oral es recuperado por el investigador para obtener información y, como toda fuente más, ser sometido a una interpretación histórica del entrevistador y de otros historiadores. Pero en el contexto de la entrevista el narrador ofrece una interpretación de ese pasado, desafiando el lugar del historiador y democratizando la práctica de la historia.[8]

Al mismo tiempo, cuestiona la idea de que el pasado ya pasó. Con la recuperación de los testimonios orales se puede analizar como el pasado está presente en las prácticas cotidianas y cómo influye en la manera de pensar y actuar en el presente. Nos permiten ver cómo las memorias sociales y colectivas se han desarrollado, el impacto de las versiones públicas sobre el pasado y cómo son representadas en la escuela, en libros, en películas. “La Historia Oral no es simplemente la voz del pasado, es un registro vivo de la interacción completa entre el pasado y el presente con cada individuo y en la sociedad. Si la historia no sólo se ocupa de averiguar acerca del pasado, sino que también trata la importancia del pasado en el presente, entonces la historia oral proporciona una llave con la cual podemos abrir y desentrañar esa relación.”[9]
Representa un desafío diferente para el historiador, ya que al participar como entrevistador en la creación del testimonio oral, su presencia queda impregnada en la fuente. De esta manera, mientras que “el contenido de la fuente escrita es independiente de las necesidades y las hipótesis del investigador, es un texto estable que solo podemos interpretar. El contenido de las fuentes orales (...) depende en buena medida de cuanto les ponen los entrevistadores en términos de preguntas, diálogo y relación personal”[10]
[1] Eduardo Galeano: Patas arriba. La escuela del mundo al revés. Editorial Catálogos. Buenos Aires. 1999. Pág. 216.
[2] Laura Benadiba, Daniel Plotinsky: Historia Oral. Construcción del archivo histórico escolar. Una herramienta para la enseñanza de las ciencias sociales. Ediciones Novedades Educativas. Buenos Aires. México. 2001. Pág. 31.
[3] Portelli Alessandro: “La orden ya fue ejecutada” Roma, las fosas ardeatinas, la memoria.. Fondo de Cultura Económica. Buenos Aires. 2003. Pág. 24.
[4] Laura Benadiba, Daniel Plotinsky: Historia Oral. Construcción del archivo histórico escolar. Una herramienta para la enseñanza de las ciencias sociales. Ediciones Novedades Educativas. Buenos Aires. México. 2001. Pág. 36.
[5] Portelli, Alessandro: “La orden ya fue ejecutada” Roma, las fosas ardeatinas, la memoria.. Fondo de Cultura Económica. Buenos Aires. 2003. Pág. 25.
[6] Portelli, Alessandro: “Lo que hace diferente a la historia oral”, en Dora Schwarztein (comp.), La historia oral, Centro Editor de América Latina, 1991. Pág. 46 y 47.
[7] Portelli, Alessandro: “Lo que hace diferente a la historia oral”, en Dora Schwarztein (comp.), La historia oral, Centro Editor de América Latina, 1991. Pág. 47.
[8] Comentario sobre la conferencia de Alistair Thomson. “Memorias poco confiables. Uso y abuso de la Historia Oral”. En Revista Voces Recobradas. Revista de historia Oral. Abril de 1998. año 1. Nº 1. Publicación del Instituto Histórico de la Ciudad de Buenos Aires. Pág. 28, 29 y 30.
[9] Comentario sobre la conferencia de Alistair Thomson. “Memorias poco confiables. Uso y abuso de la Historia Oral”. En Revista Voces Recobradas. Revista de historia Oral. Abril de 1998. año 1. Nº 1. Publicación del Instituto Histórico de la Ciudad de Buenos Aires. Pág. 28, 29 y 30.
[10] Portelli, Alessandro: “Lo que hace diferente a la historia oral”, en Dora Schwarztein (comp.), La historia oral, Centro Editor de América Latina, 1991. Pág. 47.

Las provincias “desunidas” del Río de la Plata

Cada cual atiende su juego...

Con la disolución del Directorio las distintas provincias comenzaron a gobernarse por su cuenta. Había fracasado el intento de consolidar un gobierno central sobre el territorio de las Provincias Unidas. Cada provincia tenía su propio gobernador, sus leyes, recaudaba sus impuestos y hasta su propio ejército. Muchas veces surgieron conflictos entre ellas, en algunos casos había provincias que querían imponerse sobre otras, o simplemente porque no todas las regiones de las Provincias Unidas compartían el mismo proyecto económico. Sin embargo no se abandonaba la idea de formar una sola unidad política, es por eso que mientras tanto las provincias firmaban pactos que regulaban la relación entre ellas.

Las provincias del Interior no sólo sufrieron las consecuencias de la desaparición de comercio con el Alto Perú, sino además salieron muy perjudicadas de las guerras que habían consumido gran cantidad de mano de obra y ganado. El libre comercio establecido después de la independencia terminó por arruinar a estas provincias que muchas veces producían los mismos bienes que vendían los comerciantes ingleses a un valor mucho menor. En esta región, muchos eran defensores del proteccionismo, es decir, eran partidarios de que se limitara las importaciones de productos que se podían elaborar localmente.

En el Litoral (Buenos Aires, Entre Ríos, Corrientes y Santa Fe) los distintos gobiernos buscaron recomponer las provincias después de años de guerras. La ganadería se convirtió en la actividad más prometedora y el Litoral comenzó a exportar cuero y carne salada. Estas provincias se beneficiaron con el libre cambio, que reducía los impuestos del comercio de importación y exportación, ya que les permitía estrechar los vínculos económicos con Inglaterra.

Buenos Aires y “la feliz experiencia”

A partir de 1820 Buenos Aires comenzó a vivir un período de prosperidad. Ya vimos que al controlar la Aduana, los porteños se quedaban con la totalidad de los impuestos que debían pagar los productos que se importaban o exportaban por medio del puerto de Buenos Aires.

En esos años la provincia se organizó políticamente, se dictaron leyes y se desarrolló una exitosa actividad económica: la producción y exportación de cueros y carne salada. Bajo el gobierno de Martín Rodríguez los comerciantes porteños que habían perdido dinero por las guerras y por la competencia de los comerciantes ingleses y militares que en tiempos de paz debían buscar nuevas tares, encontraron en la ganadería una forma de acrecentar su riqueza. Buenos Aires encontraba por fin una actividad económica que reemplazara el sistema comercial desarrollado en la época colonial. Para eso fue necesario incorporar más tierras a la producción y conseguir trabajadores para las haciendas. Por un lado se enviaron expediciones sobre las tierras controladas por los indígenas, a los que se les quitó gran cantidad de tierras, corriendo la frontera hasta la zona de Azul y Tandil. Estas tierras fueron repartidas en grandes extensiones entre las familias más ricas. Ahora había que conseguir trabajadores. En la campaña, los gauchos vivían libremente, alejados de la ciudad y sin trabajo fijo. Se dictaron leyes que los obligaba a trabajar para los hacendado, si no la cumplían podían ser enviados a los fortines para custodiar la frontera con los indígenas. Estos peones integraron además las milicias rurales con las que contaban los hacendados. De esta manera, los dueños de las estancias controlaban un importante poder político, social y militar. Pronto se convirtieron en los sectores más poderosos de la provincia.

Los intentos por lograr imponer un poder central.

Y duró poco nomás...El Congreso de 1824 y la presidencia de Rivadavia

En 1824 Buenos Aires convocó a los representantes de todas a provincias a reunirse en un Congreso General Constituyente con el objetivo de dictar una constitución y establecer una forma de gobierno. Pero mientras el Congreso sesionaba, estalló una guerra con Brasil que obligó a tomar algunas decisiones. Fue necesario centralizar el poder, por eso se creó el cargo de presidente y se nombró para ese puesto a Bernardino Rivadavia. Los hombres fuertes de la provincia de Buenos Aires, los estancieros, rechazaban la guerra, ya que por un lado perjudicaba el comercio y por otro, los peones abandonaban sus puestos de trabajo y marchaban a pelear. Pero no solamente los estancieros de Buenos Aires se oponen a Rivadavia. En 1826 el Congreso presentó a las provincias una constitución unitaria, donde el gobierno central sería el que se ocupe de designar a los gobernadores. Pronto casi todas las provincias manifestaron su rechazo. Rivadavia debió renunciar. El nuevo intento de unificación había fracasado.

Juan Manuel de Rosas: un estanciero en el poder

Nuevamente las provincias comenzaron a gobernarse por su cuenta y los conflictos aumentaron. En Buenos Aires, los enfrentamientos entre unitarios y federales por el control de la provincia alcanzaron un alto grado de violencia. En 1829, en un intento de poner en orden la provincia, la legislatura nombró como gobernador a Juan Manuel de Rosas, otorgándole las facultades extraordinarias que le permitían gobernar sin consultar a otras instituciones o funcionarios.

Rosas era un prestigioso hacendado de la provincia de Buenos Aires, miembro del Partido Federal, preocupado por garantizar la continuidad de sus actividades económicas. Pero Rosas contaba además con el apoyo de los sectores populares del campo y la ciudad.

Durante su primer gobierno, los conflictos entre unitarios y federales se expandieron a todas las provincias, agrupándose en la Liga Unitaria y el Pacto Federal.

¿No será mucho? La concentración del poder y la relación con las provincias

En 1835, Rosas fue elegido nuevamente gobernador de Buenos Aires. Esta vez la legislatura le otorgó la “suma del poder público”, que le permitió controlar los tres poderes: ejecutivo, legislativo y judicial. Su segundo gobierno duró hasta 1853 y en todos esos años no se logró dictar una constitución que definiera una organización política para todo el territorio. En realidad a Rosas no le gustaba la idea de convocar a un Congreso Constituyente donde las provincias podían imponer condiciones a Buenos Aires, como la de compartir los ingresos de la Aduana. En esos años, conocidos como la etapa de la Confederación Rosista, las provincias conservaron su autonomía, pero delegaron en Buenos Aires la representación de las relaciones exteriores y la defensa militar del territorio frente al ataque de otros países. Rosas que controlaba Buenos Aires, va a tener un inmenso poder sobre el resto de las provincias, a través de las relaciones que establecía con cada uno de los gobernadores.

La Confederación Rosista: conflictos internos y externos.

Pero a pesar de este orden impuesto por Rosas, los conflictos estaban latentes. Cada tanto se producían levantamientos por parte de los opositores en el Interior y en la propia Buenos Aires, pero fueron duramente reprimidos.

Rosas debió enfrentar además conflictos con Francia e Inglaterra. Estos países buscaban mercados para sus productos industriales y para eso querían poder llegar a las provincias del Litoral, a Paraguay y al interior de Brasil navegando por los ríos Paraná y Uruguay. Como vimos antes, los productos sólo podían ingresar por la Aduana de Buenos Aires, pagando allí sus impuestos. Para presionar a Rosas, barcos franceses e ingleses bloquearon el puerto de Buenos Aires en dos oportunidades.

Los cambios sociales y económicos durante la Confederación Rosista

Durante el gobierno de Rosas, Buenos Aires creció económicamente. Los comerciantes y hacendados hacían buenos negocios, las estancias y los saladeros se multiplicaban. Pero además, hacia 1840 comenzaron a criarse ovejas en la campaña bonaerense. A la exportación de cueros y de carne salada se suma la de lana. Para esto se incorporaron nuevas tierras, se mejoraron los ganados y comenzaron a llegaron inmigrantes vascos e irlandeses, expertos en la cría de ganado ovino.

Las provincias del Litoral también vivían un período de prosperidad gracias a la ganadería y los saladeros. Podían comerciar con Montevideo y el sur de Brasil, pero el cierre de los ríos Paraná y Uruguay les impedía comerciar libremente con otros países.

En el Interior, los productos artesanales sufrieron las consecuencias de la competencia de artículos que llegaban de Europa mucho más baratos. Algunas de ellas lograron sobrevivir comerciando con otras regiones, como Chile o Bolivia. Los gobernadores van a reclamar medidas para proteger sus productos locales. Hacia 1836, Rosas dictó una Ley de Aduanas (que sólo duró dos años) que protegía algunos productos, pero favorecía más a los de Buenos Aires que a los del Interior.

De esta manera si bien la Confederación Rosista logró cierto orden bajo el control de Buenos Aires, carecía de unidad económica. Esta fragmentación de las actividades productivas favoreció el enfrentamiento de los sectores dominantes de cada región, ya que tenían intereses diferentes. Esta situación hizo más difícil en esos años la construcción de la unidad política.

El fin del gobierno de Rosas

Hacia 1850 la sociedad había cambiado: a los productos del ganado vacuno se había agregado el comercio de lana destinado a las fábricas textiles europeas, los barcos a vapor llegaban cotidianamente al puerto, los inmigrantes que venían a trabajar a estas tierras… La figura y los métodos de Rosas no parecían acordes a los cambios que se estaban dando.

Esta vez los sectores opositores comenzaron a agruparse en torno de Justo José de Urquiza, gobernador de Entre Ríos y poderoso estanciero del Litoral. En 1851, la provincia de Entre Ríos le retiró a Rosas el manejo de las relaciones exteriores, pasando de esta manera al enfrentamiento directo con Buenos Aires. Pronto lo opositores a Rosas se fueron alineando con Urquiza, que encabezó la organización del Ejército Grande. Este ejército estaba formado por unitarios, los exiliados en Montevideo y Chile, entrerrianos, correntinos, brasileños (interesados en la libre navegación de los ríos interiores).

El 3 de febrero de 1852, el Ejército Grande derrotó a las tropas de Rosas en la Batalla Caseros. El gobernador presentó su renuncia y se embarcó rumbo a Inglaterra, donde vivió hasta su muerte.

Tras la caída de Rosas, las provincias pudieron avanzar en los temas pendientes: la organización de un gobierno unificado y la sanción de una Constitución Nacional.

La revolución que no termina..

La expansión de la revolución: Las Guerras por la Independencia

En mayo de 1810 los criollos de Buenos Aires habían dado un paso muy importante: formaron un gobierno propio. Pero en otras regiones había grupos que querían seguir gobernados por los españoles o que no estaban dispuestos a obedecer a los criollos de Buenos Aires. Se hizo necesario enviar expediciones militares al interior para vencer a los españoles y expandir la revolución: de esta manera comienzan las guerras por la independencia.

La independencia del Paraguay

Un ejército criollo avanza sobre el Paraguay, donde los españoles se negaron a obedecer a la junta de Buenos Aires. Si bien estas tropas fueron derrotadas, poco tiempo después, un grupo de criollos de Asunción destituyeron a los españoles y crearon un gobierno propio: el Paraguay alcanzó su propia independencia.

Los conflictos en la Banda Oriental

Las autoridades españolas de Montevideo rechazaron a la Junta de Buenos Aires. Pero en la campaña, eran cada vez más los que estaban a favor de la revolución. El que dirigía a este grupo fue José Artigas, que pronto se convirtió en jefe de un movimiento popular. En 1814, ayudados por un ejército y por una flota enviada desde Buenos Aires, lograron por fin derrotar a los españoles de Montevideo. Pero las relaciones entre Artigas y Buenos Aires fueron empeorando: el jefe uruguayo tenía un proyecto propio que lo distanciaba cada vez más del de los porteños.

Las campañas al Alto Perú

Los españoles eran fuertes en la región del Alto Perú. Esta zona era muy importante porque allí se encontraba el cerro de Potosí de donde se podía extraer gran cantidad de plata. Quien controlara ese territorio, contaría con recursos con los que financiar la guerra. Desde Buenos Aires se enviaron varias campañas al Alto Perú, pero el Ejército del Norte fue definitivamente derrotado en 1815.

El proyecto de San Martín: las campañas en Chile y Perú

Las campañas al Alto Perú demostraron que era imposible derrotar a los españoles de Lima desde las provincias del norte. San Martín diseño un plan que consistía en atacar primero a los españoles de Chile y después por mar avanzar sobre Perú. En 1817 encabezando el Ejército de los Andes llega a Chile y tras derrotar a los españoles, ese país alcanza la independencia. En 1820 un ejército compuesto por argentinos y chilenos inició la campaña hacia el Perú. Luego de ocupar Lima, San Martín proclamó la independencia del Perú en 1821.

Los conflictos dentro de grupo revolucionario: la difícil tarea de gobernar….

Pero los criollos que llevaron adelante la revolución en mayo de 1810 no sólo debían enfrentar conflictos militares, sino también debían resolver las cuestiones políticas: ¿quién y cómo debía gobernar? ¿Cómo lograrían ponerse de acuerdo?

Entre los criollos surgieron pronto las diferencias sobre los alcances de los cambios que el nuevo gobierno debía realizar. La Primera Junta había asumido el gobierno “en nombre de Fernando VII”:¿Qué pasaría cuándo el rey reclamara sus colonias?. La solución era declarar de una vez la Independencia de España, pero con respecto a este tema no todos estaban de acuerdo. Algunos pensaban que lo mejor era actuar con prudencia y esperar los resultados de los acontecimientos europeos, otros creían que era necesario imponer cambios revolucionarios, profundizar la guerra y proclamar rápidamente la independencia.

En los años que siguen las Provincias Unidas, nombre que se va a dar a los territorios del antiguo virreinato, adoptaron diferentes formas de gobiernos: juntas, triunviratos, directorios, pero ninguna duró mucho tiempo. Las diferencias dentro del grupo revolucionario debilitaban estos intentos de organización. ¿Por qué sucedía esto? Por un lado la guerra, que no siempre tenía resultados exitosos, generaba inseguridad en los revolucionarios; por otro lado las discusiones acerca del grado de participación de las provincias en un gobierno central.

Pero hacia 1813 se dio un paso muy importante. Se convocó a una Asamblea General Constituyente, la que se conocería como Asamblea del Año XIII, que si bien no llegó declarar la Independencia ni a dictar una Constitución, si introdujo medidas políticas y sociales de importancia.

En 1814, la Asamblea creo el cargo de Directorio para que el gobierno sea ejercido por una sola persona. Eran muchos los problemas por resolver y se necesitaba actuar con rapidez. La guerra y los conflictos internos continuaban, pero además en Europa comenzaba la Restauración. Las tropas de Napoleón Bonaparte estaban siendo derrotadas y los reyes volvían a ocupar sus tronos. Fernando VII, instalado nuevamente en España, estaba dispuesto a recuperar las colonias americanas. ¿Qué decisión tomarían los criollos?

1816: Por fin la Independencia

Había que resolver las cuestiones pendientes. En 1816 se convocó a los representantes de las provincias a un Congreso General en la ciudad de Tucumán. Asistieron delegados de todas las regiones, menos del litoral que obedecían a Artigas. Por fin el 9 de julio, el Congreso declaró la Independencia de las Provincias Unidas, de España y de cualquier otra dominación extranjera.

Se cerraba una etapa, pero todavía quedaban muchos temas por definir. ¿Cómo sería el nuevo gobierno? ¿Cómo estarían representadas las provincias en el gobierno central?

Caída del gobierno central

Recién en 1819 se sancionó una Constitución que establecía una forma de gobierno centralista. Esta Constitución fue rechazada por los representantes de las provincias. Los caudillos de Santa Fe (Estanislao López) y de Entre Ríos (Francisco Ramírez) invadieron con sus propias tropas a la provincia de Buenos Aires en febrero de 1820, derrotando a los porteños en la Batalla de Cepeda. El Directorio se disolvió y cada provincia comenzó a gobernarse por su cuenta.

Balance de una década:

¿Qué pasó con los territorios del antiguo Virreinato del Río de la Plata?

Con las guerras se produce la división del antiguo virreinato en varias regiones: el Alto Perú, el Paraguay, la Banda Oriental, las Provincias Unidas del Río de la Plata, todo había cambiado. Pero además, el comercio de la época colonial quedó desarticulado. Hasta 1810, toda la economía giraba alrededor de la plata de Potosí, que llegaba hasta el puerto de Buenos Aires para ser enviada a España. De ella dependían los comerciantes instalados en las ciudades que estaban sobre la ruta de Potosí a Buenos Aires: Córdoba, Tucumán, Salta… Con esa plata pagaban los comerciantes porteños los impuestos de los productos que llegaban al puerto. La ausencia de esta riqueza va a complicar más la situación económica de los nuevos gobiernos.

¿Qué sucedió con la economía?

Tras diez años de lucha los criollos comprobaron que la revolución y la guerra no habían traído la esperada prosperidad económica.

La guerra consumía gran cantidad de recursos. Se necesitaba ropa y alimentos para las tropas, mulas y carretas para el transporte, armas y dinero para pagar los sueldos de los oficiales y soldados. ¿Cómo obtener el dinero necesario para pagar estos gastos ahora que el Alto Perú estaba en manos de los españoles?

Los primeros gobiernos recurrieron a los comerciantes, que eran los que tenían dinero, para que por medio de contribuciones aportaran a la causa revolucionaria. Al principio estos aportes recaen sobre los españoles y más tarde también sobre los criollos. Estos aportes, primero voluntarios y más tarde obligatorios, van a llevar a la miseria a muchos comerciantes. En poco tiempo, la mayoría de las fortunas de Buenos Aires habían desaparecido.

Pero al mismo tiempo, los comerciantes porteños debieron enfrentar una nueva competencia. La libertad de comercio, tan deseada durante la época virreinal, no tuvo los efectos esperados. Se instalaron en Buenos Aires comerciantes ingleses que rápidamente desplazaron tanto a los españoles como a los criollos. Pronto el comercio de importación quedó en sus manos.

Estos comerciantes ingleses eran los únicos que conseguían con facilidad la mercadería para vender, contaban con abundante dinero y además no pagaban impuestos. El gobierno criollo no quería enemistarse con Inglaterra, país que apoyaba la independencia de las nuevas naciones, por eso no se animó a tomar medidas que afectaran los intereses de los comerciantes británicos.

¿Cómo cambió la sociedad?

Pero las guerras además introducen importantes cambios sociales. Se necesitaban ejércitos numerosos, eso significó la militarización de buena parte de la sociedad, tanto de la clase alta como de los sectores populares. La importancia que adquiere la guerra en esos años le otorga a las fuerzas miliares una mayor participación política y con su accionar van a condicionar a los diferentes gobiernos. Formar parte del ejército es una oportunidad para los criollos pobres de acceder a puestos de importancia: se produce de esta manera la ampliación de la clase dirigente. Una vez terminadas las guerras de independencia va resultar difícil desarmar a las tropas. La violencia y la presencia de las milicias se transforman en algo cotidiano.

Otro de los cambios que aporta la revolución, es la democratización de la sociedad. Muchas de las formas de trabajo forzado utilizadas durante la época colonial van perdiendo importancia. La esclavitud va desapareciendo y muchos esclavos obtienen su libertad a cambio de participar en las guerras. Al mismo tiempo, se toman medidas que mejoran la condición de vida de aborígenes y mestizos, como las adoptadas por la Asamblea del año XIII.

Las clases altas de la ciudad, especialmente los comerciantes, parecen ser las principales víctimas de la revolución, ya que pierden sus privilegios tanto políticos como económicos. En la campaña en cambio, el proceso es diferente. En los territorios donde se libraron las batallas, los ejércitos se llevaban el ganado para alimentar a las tropas. Esto afectó seriamente la riqueza ganadera. Pero aunque los terratenientes pierden recursos por la guerra y se ven empobrecidos, son cada vez más poderosos. La guerra obligó al gobierno central a delegar poder en las autoridades locales, que serán los encargados de recaudar recursos y hombres para el ejército. Estos dirigentes de las zonas rurales ven aumentar su poder e incluso tienen sus propias milicias y a partir de 1820, cuando se derrumbe el poder central, pasarán a ocupar un lugar protagónico en el escenario político.

Se inicia el Proceso revolucionario

Una sociedad que cambia:
En Europa…

Durante el siglo XVIII algunos pensadores europeos plantearon un nuevo modo de entender la sociedad, la economía, el gobierno y la política. Sus ideas se difunden a través de libros y periódicos e influyen en el pensamiento de sus contemporáneos.

Planteaban que el comercio debía funcionar libremente, sin prohibiciones y sin grandes impuestos. Se oponían a la intervención del Estado en la economía y creían que de esta forma las naciones se enriquecerían. Esta forma de pensar la economía se llamó liberalismo. Estas ideas tuvieron mucha difusión en Inglaterra, donde los cambios en la forma de producir, especialmente en la industria textil, dieron paso a un proceso conocido como Revolución Industrial. Poco a poco, las máquinas de vapor fueron reemplazando el trabajo manual, y las tareas dejaron de hacerse en las casas de cada uno de los artesanos y se concentraron en las fábricas, que era donde estaban las máquinas. El crecimiento de las fábricas y el aumento la producción llevó a los empresarios a la búsqueda de mercados donde vender sus productos manufacturados. Cuanto más vendían, más ganaban. Como vamos a ver más adelante, las colonias españolas en América eran un destino tentador para los productos ingleses.

En Francia, las nuevas ideas toman el nombre de Ilustración o Iluminismo. Para estos pensadores había que revisar los principios sobre los que descansaba el poder de la aristocracia y de los reyes, cuestionando el origen divino de la monarquía. Creían en la importancia de la razón, de la educación y defendían los principios de la libertad y la igualdad de todos los hombres ante la ley. En este país, estas ideas van a tener gran influencia en la Revolución Francesa de 1789.

Estas “nuevas ideas” se difunden también en España, especialmente bajo del reinado de la dinastía de los Borbones. Estos reyes se propusieron aplicar algunas de estas ideas para reformar y modernizar España, pero dejaron de lado los aspectos que cuestionaban la autoridad de los reyes. Se rodearon de funcionarios ilustrados que llevaron adelante un programa de reformas en España y en América intentando administrar y controlar mejor a las colonias. El objetivo era producir y comerciar más, logrando de esta forma aumentar la recaudación de dinero. La creación del Virreinato del Río de la Plata (1776) y la habilitación de nuevos puertos americanos para el comercio, como el de Buenos Aires, van a ser algunas de estas medidas.

Y en América…

Desde el siglo XVI, el monopolio comercial español obligaba a las colonias a comerciar únicamente con España. Los puertos habilitados para el comercio con España eran el de Veracruz (en México) y el de Portobelo (en Panamá). Los productos que llegaban a estos puertos, luego eran distribuidos a las diferentes regiones de la América española. De esta manera, y especialmente para las regiones más alejadas, como el Río de la Plata, el comercio con España resultaba lento, los productos tardaban mucho tiempo en llegar y eran muy costosos. Muchas veces los habitantes de las colonias recurrían al contrabando (especialmente con los comerciantes ingleses) para abastecerse de productos a mejor precio y en operaciones comerciales más rápidas. A principios de siglo XIX la guerra europea va a dificultar aún más las comunicaciones entre España y sus colonias. Para abastecer a los territorios americanos y poner un freno al avance de los ingleses, los reyes españoles toman una serie de medidas a favor de la libertad de comercio. En 1778 se sancionó el Reglamento del Comercio Libre, que permitió que muchos puertos americanos pudieran comerciar con muchos puertos españoles. Con el correr del tiempo estas medidas se fueron ampliando: en 1795 se permitió que las regiones de América que hubiesen quedado aisladas de España puedan comerciar con otras colonias americanas y en 1797 se las autorizó a comerciar con otros países europeos, siempre y cuando no fueran enemigos de España.

En el Virreinato del Río de la Plata los cambios económicos modifican la vida social. Los comerciantes y los propietarios de tierras se vincularon con los nuevos funcionarios españoles del gobierno colonial, formando el grupo más importante de la ciudad. Sin embargo, el descontento de los criollos hacia las autoridades españolas iba en aumento. En América se había desarrollado una identidad americana y los criollos tomaron distancia de una España a la que veían cada vez más lejana. Al mismo tiempo se sentían postergados, ya que los principales puestos políticos del virreinato (virrey, gobernadores, oidores) eran ocupados por españoles. De esta manera, los criollos sólo podían ocupar puestos poco importantes y no participaban de las decisiones políticas.

El Imperio español pierde el control

A principios del siglo XIX, los enfrentamientos y las rivalidades entre las potencias europeas beneficiaron las aspiraciones de autonomía americana. Las tropas de Napoleón Bonaparte le dan a Francia el control de casi todo el continente europeo y, desde 1801, contaba con España como aliada. En 1805, ambos países van a unir sus flotas para enfrentarse a Inglaterra, pero van a ser derrotados en Trafalgar. De esta forma, Inglaterra se consolida como dueña absoluta de los mares, dificultando la comunicación entre la metrópoli y sus colonias.

Esto hace que el control de España sobre América se debilite aún más, ya que no podía mantener con frecuencia ni los viajes comerciales ni la asistencia militar. Ante la desprotección de América, Inglaterra intenta sacar ventaja y lleva adelante la ocupación de Buenos Aires en dos ocasiones, en 1806 y 1807. Las colonias americanas resultaban atractivas para los ingleses, sobre todo desde que Napoleón Bonaparte impedía el comercio inglés en territorio europeo. Para Inglaterra era un buen negocio convertir a las colonias españolas en mercados seguros donde vender sus manufacturas y en fuentes de materias primas para sus fábricas.

Pero los habitantes de Buenos Aires van a resistir ambas invasiones y, organizados bajo las órdenes de Santiago de Liniers, un militar francés que estaba al servicio del rey de España, vencieron a los ingleses. Esta defensa de Buenos Aires se logró gracias a las milicias, regimientos militares integrados por los habitantes de la ciudad. Muchos criollos llegaron a ser jefes de estos regimientos, logrando controlar por primera vez el poder militar de la ciudad.

¿Cuáles van a ser las consecuencias de las invasiones inglesas? Por un lado los criollos tomaron conciencia de que podían asumir la defensa de la ciudad sin la ayuda de España. La dominación española se sintió cada vez más como una pesada carga y muchos criollos creían que ya era tiempo de desprenderse de ella. Sin embargo, otros criollos, como Cornelio Saavedra, se manejaban con prudencia y manifestaban que todavía no era tiempo, que no estaban dadas las condiciones para el establecimiento de un gobierno independiente. ¿Hasta cuándo dependeríamos de la corona española? Era sólo cuestión de tiempo.

Por otro lado, la creación de las milicias criollas será de gran importancia para el futuro, porque estas tropas participarán en los acontecimientos que van a desembocar en la Revolución de Mayo.

Si el Rey esta preso ¿quién manda acá?

Las cosas no marchaban bien en la metrópoli. En 1808, las tropas francesas ocupan España y toman prisionero al rey Fernando VII. Sectores leales al rey rechazan a los franceses y forman Juntas de gobierno clandestinas para ejercer el gobierno en nombre de Fernando VII. Estas Juntas cambiaban varias veces de sede en cuanto eran descubiertas por los franceses y sancionaba leyes con la pretensión de ser obedecidas en los territorios españoles, incluso en las colonias americanas.

En 1809 la Junta de Sevilla envió a Buenos Aires como virrey a Baltasar Hidalgo de Cisneros. Su gobierno va a ser aceptado, aunque por esos años, algunos porteños cuestionaban la autoridad de la Junta española por considerar que su poder no era legítimo. Para ellos, las colonias americanas eran propiedad de la corona y no de los españoles en general: éste va a ser uno de los argumentos principales de los criollos en contra de la continuidad del dominio español en el Río de la Plata.

A principios de 1810 los franceses conquistan Andalucía y disuelven la Junta de Sevilla. En mayo llegan a Buenos Aires las noticias de estos acontecimientos y los criollos comenzaron a discutir sobre quien debía gobernar en estas tierras. Si la Junta de Sevilla ya no existe y el rey esta preso, ¿a quién representa Cisneros? ¿Tiene derecho el virrey a seguir gobernando? Si no es él, ¿quién gobernará? ¿En nombre de quién?

La Revolución de Mayo. El primer paso para la creación de un Estado y una nación

El primer gobierno criollo: La primera Junta

Con la noticia de la disolución de la Junta de Sevilla aumenta la inquietud entre los vecinos de Buenos Aires. Un grupo de criollos, entre ellos el abogado Manuel Belgrano y el jefe del Regimiento de los Patricios, Cornelio Saavedra, fueron elegidos para exigir a virrey Baltasar Hidalgo de Cisneros la convocatoria a un Cabildo Abierto para discutir si el virrey tenía que seguir gobernando o no. El Cabildo decidió convocar a una reunión para el 22 de Mayo y se enviaron 450 invitaciones, pero sólo 251 vecinos concurrieron a la cita. El derecho español, preveía como legítima la reunión de un Cabildo Abierto, ya que estaba establecido que cuando se producía la vacancia del trono, la soberanía volvía al Cabildo, organismo que representaba al pueblo. En esa reunión aparecieron dos posturas enfrentadas y luego de los debates se realizó la votación en forma pública. La propuesta más votada fue la de entregar el mando al Cabildo de Buenos Aires, quien establecería el modo de designación de una Junta, posición que coincidía con la opinión de Cornelio Saavedra.

El 24 de Mayo el Cabildo nombró una Junta presidida por el virrey Cisneros, junto con otros dos españoles y dos criollos. Pero ante la oposición de los criollos a la presencia del virrey en el nuevo gobierno, esta Junta debió renunciar.

El 25 de mayo un grupo de vecinos se reunió frente a la plaza y las milicias manifestaron su descontento: el pueblo quería la formación de un gobierno donde los criollos fueran mayoría. El Cabildo nombró una nueva Junta de Gobierno, esta vez aceptada por los vecinos y los jefes de las milicias. La creación de esta Primera Junta significó un paso importante: por primera vez los criollos podían elegir a sus autoridades.

¿Quién va a tener el poder ahora?

Se había logrado formar un gobierno criollo, pero esta Primera Junta tendrá que enfrentar nuevos desafíos. En un primer momento la Junta declaró que asumía el gobierno “en nombre de Fernando VII”, mientras el rey estuviera prisionero. Para algunos, esto era sólo una “máscara”, una excusa para asumir el gobierno propio. Pero ¿qué sucedería cuándo el rey español recuperara el trono y reclamara sus colonias?

Por otro lado, la decisión de formar una Junta de Gobierno criollo fue tomada por los vecinos de Buenos Aires. Ya en el Cabildo Abierto del 22 de mayo se había cuestionado la potestad de Buenos Aires para tomar una decisión por todo el virreinato. En esa ocasión, criollos como Juan José Paso defendieron la idea de que la urgencia de los acontecimientos autorizaba a la ciudad capital a tomar esa decisión, pero que el gobierno que se establecería tendría un carácter provisional hasta que se consultara al resto de las regiones del virreinato. Pronto se planteó la necesidad de convocar a los pueblos del interior del virreinato para que envíen representantes y se incorporaran a la Junta. A fines de 1810, con la llegada de los representantes del interior, la Primera Junta se transformó en la Junta Grande.